martes, 31 de enero de 2012

PREVENIR PUEDE HACER LA DIFERENCIA



Un día sentí una pequeña bolita debajo del pezón. No lo olvidaré, porque estaba en Margarita disfrutando de unas ricas vacaciones, relajada entre playas y chinchorros. Mi primera reacción fue pensar que me había equivocado, que esa bolita era parte del pezón y que era normal. Dos o tres días después la volví a palpar, y visto que debía haberme la mamografía anual me dije -Bueno, iré a chequearme. Pero no se lo dije a nadie, ni me preocupé por ello el resto de las vacaciones.
Esto que cuento ocurrió en agoto del 2010. Por suerte, me he tomado con mucha seriedad desde los 35 años el control anual, así que al llegar a Caracas pedí mi cita y me hice el examen de rutina. Días más tarde me estaban punzando con una inyectadora para hacer una biopsia, y luego de unas semanas tenía el sobre en mi mano con los resultados: no era cáncer... -¡Qué suerte!- Feliz, guardé el sobre en mi cartera, respiré hondo y subí a toda marcha por las escaleras, escapando de la clinica.
¿Se equivocaron en aquella primera biopsia? ¿o en ese momento el tumor era benigno? Nunca lo sabré. Dos o tres meses después sentí que el tumor había crecido un poco, y que había otro pequeño más abajo. No estaba preocupada, no me dolía nada, aún no habían pasado los seis meses para la próxima mamografía de control, pero sin alarmas, una voz en mi interior me dijo sabiamente: -Vuelve al médico- ¿Será una idea mia? ¿llamo al médico? ¿le digo que me parece que siento otro bultito más abajo?... ¿o mejor me olvido?
Con estos pensamientos, en enero del 2011 llamé a mi ginecólogo y él a su vez me remitió a un mastólogo. Así es que a finales de enero del 2011 visité por primera vez el consultorio de Juan Carlos Pozo. Nunca se me pasó por la mente que aquellos bultitos fueran un cáncer:  un 70 por ciento de los que parecen algo malo, no lo son y yo estaba en ese 70 por ciento, ¡era seguro!. Ya tenía una biopsia en mi bolsillo para tranquilizarme. Pero gracias a Dios, hice todo "correctamente", no escuché las voces de mi mente que querían que echara tierra al asunto y no siguiera explorando... y descubrí mi cáncer muy a tiempo, cuando aún ambos tumores no habían crecido más de 1 cm.
Por eso el 31 de diciembre del 2011 yo le di gracias a la vida, porque ese año había sido el año de mi suerte. La mejor de las suertes. Es el mismo año en el que descubrí mi cáncer, me operaron tres veces, perdí un seno y en el trabajo sufrí una especie de letargo... pero ese fue el mejor año de mi vida: ese año me salvé... Ir al médico hizo la diferencia.
Lo que quiero es llamar a esta reflexión: tuve suerte, pero fue gracias a que "seguí los pasos" y escuché la voz de mi intuición, sin titubeos. Pedí las citas médicas sin postergar. Tomé cartas en el asunto. No perdí más de una semana o dos, y fue por arreglar los papeles del seguro. Ojalá este blog llegue a los rincones donde debe llegar, ojalá su voz se extienda de la mano de mis conocidos y vaya lejos, allá donde alguien, una mujer que no conozco, duda porque ha sentido algo en su seno o tiene pereza o temor de hacerse una mamografía anual.
Mi abuela murió de cáncer de seno porque se tocó ese bulto por meses, en silencio, bajo la ducha, en el cuarto, en la cama bajo las sábanas, y siempre lo hizo en silencio, callada. Solo le dijo a la familia cuando el bulto había crecido tanto que ya la piel tenía otro color y otra forma... Y fue demasiado tarde para ella. Como mi abuela, muchas mujeres, de edades muy diversas, han acudido demasiado tarde porque en vez de escuchar sus corazones, han escuchado la voz de su miedo.
Cuando estamos asustados, la mente puede llevarnos a pensar muchas cosas, de manera tan lógica, que nos convence de un hecho a leguas obvio para otros, y así, terminamos postergando el examen que nos dará los resultados. La mente llega antes y dice que todo está bien, o "echa tierrita" al asunto, o posterga, o resta importancia. Es tan simple y tan complejo a la vez dejar a un lado los pensamientos y sin más reveses, actuar... que por alguna razón las campañas contra el cáncer de seno deben gastar fortunas en algo que debería ser obvio: hacerse una mamografía anual...
Por suerte, existe internet, me gustan los diarios y no me llevo tan mal con la tecnología, así que la idea de hacer este blog surgió a raíz de la relectura de los textos que escribí durante ese año que cambió mi vida... Y gracias a que he perdido el pudor, me atreví a publicarlo. Como resultado, una amiga leyó una de sus páginas, y se percató de su descuido: nunca se había hecho una mamografía. Pidió una cita, y encontraron un tumor del que aún espera el resultado de la biopsia. Dios quiera que no sea nada, y que no pase de un susto, pero gracia a ella me di cuenta de la efectividad de estas páginas semanales. Nunca pensé que en pocos días, apenas lanzarlo a la red, mi blog sería leído 1500 veces en tan poco tiempo. Pero aspiro a más: no se trata simplemente de leerlo. Se trata de salvar vidas, y que otras mujeres puedan cerrar su año pensando que tuvieron SUERTE. La capacidad de replicar los milagros a través de internet es maravillosa, y vale mucho más la voz de una experiencia -una pequeña, una simple de tocarse un bultito- que todo el dinero del mundo gastado en publicidad.
No es lo mismo descubrir que tienes cáncer y el tumor mide 1 cm que esperar con la duda a que eso crezca, o descubrirlo demasiado tarde. Así que hagamos nuestras las redes sociales para hacernos eco de una campaña: PREVENIR PUEDE HACER LA DIFERENCIA. No dudes en compartir esta página. Puede ayudar a muchas.


martes, 24 de enero de 2012

¿Luchar, batallar "contra el cáncer"... o vivir el recorrido?


Una de las cosas que al principio me costó más fue pensar en esa frase tan manida y conocida por todos: "lucha contra el cáncer". La idea de comenzar una cruzada, una batalla, una pelea y hasta una carrera, no me cuadró nunca. ¿La enfermedad es mi contrincante? ¿debo luchar contra ella como si fuera una boxeadora? ¿darle golpes a lo que tengo enfrente? ¿obstinarme en llevar a ese desconocido al suelo y en un ring?
Estas ideas daban vueltas en mi mente y simplemente no podía con ellas. Me sentía demasiado llena de amor como para iniciar el grito de guerra y comenzar una batalla sangrienta... mi ánimo no era "dar un buen golpe" sino que estaba trabajando en otras cosas que la enfermedad me iba enseñando: humildad, aceptación, presente vivido en presente, circunstancia, camino... 
Todavía me pregunto -si me hubiera tocado un proceso más largo y complicado-, si habría cambiado el término en mi mente. No lo sé. Nunca lo sabré. Pero todavía hoy pienso, que aunque el enemigo sea muy terrible y aunque se trate de una enfermedad muy grave, la guerra no es el camino para resolver las cosas. 



EN EL ALTAR DE MAGDALENA

Nunca esperé una cita con tanta determinación. De la lista de médicos que me toca ver esta semana, Magdalena, mi psicóloga, es la cita más amena. Ella es como una madre que ha seguido mis procesos de crecimiento y tardía madurez desde hace ya unos cuantos años (¿veinte? ¿omás?) Y hace tiempo que no nos vemos porque "me dió de alta" y ahora acudo a ella sólo por emergencias. ¡Y esta sí que es una emergencia, caramba! Así que aquí estoy, esperando pacientemente en la planta baja del edificio donde está su consultorio. He llegado una hora antes porque ahora el tiempo tiene otro sentido para mi, y desfilan de otra manera los gestos, las personas, los filos de las puertas.
Pienso en la dificultad que tengo en asumir la frase "librar una batalla contra el cáncer" porque la idea de batallar, o la idea de correr una carrera larga y no de 100 metros (está imagen es de mi médico) no van conmigo. Para librar una batalla debo tener un enemigo, para correr debo tener a mi lado a un contrincante... Y no sé de verdad qué nombre ponerle a este nuevo trabajo que tengo enfrente, pero no me suena un grito de guerra.
Desde el principio sentí que debía entregarme confiadamente a este camino que me tocaba recorrer. La idea de caminar lejos sin saber a dónde voy es más cónsona conmigo. Me facilita la labor de entregarme desnuda con las batas de papel, colocar mis brazos y mis venas, y luego volver a una rutina. La idea de haberme montado sin querer en una montaña rusa y saberme “fuera del control total de los acontecimientos” se parece más a lo que voy sintiendo.

lunes, 16 de enero de 2012

POR UN PELO

El día que escribí el texto que titulé "Lo peor que podría pasarme" aún no sabía si me harían quimio o no y en mi mano tenía muchas más preguntas que respuestas. Atemorizada como estaba por todo lo que había leído y escuchado sobre las quimios, llegué a pensar que quedar calva era algo verdaderamente atroz... Mi hermana no entendía cómo perder el pelo podría afectarme tanto o más que la noticia de perder un pecho. Y por algunos días me vi calva, sin pelos y sin cejas y para reírme de todo aquello cantaba en mi mente "ay de mi, por el vino me veo así, por el vino perdí las cejas y por eso me llaman la descejaaaaadaaaa"...
Únicamente me calmé cuando -siempre en mi imaginación-  corté mi cabello antes de perderlo y tejí con mis propias manos una bella peluca de mi propio pelo. Esa imagen (la de mi pelo tejido con paciencia sobre una redecilla elástica) fue el agua que calmó la sed de esos días. Finalmente nunca ocurrió lo imaginado -por suerte no necesité quimio, ni radio y por consiguiente, nunca perdí mi cabellera- pero esa experiencia me hizo entender que el cabello que nos cubre, nos cubre como un manto y nos protege de la mirada exterior. Así que, desde entonces, rindo homenaje silencioso a todas las mujeres que, por razones parecidas, andan con sus pañuelos, sus pelucas o sus cabezas calvas, haciendo de la vida cotidiana una bella bandera.
Y aquí va mi post, que como verán, está dedicado a mis dos hijos...




LO PEOR QUE PODRÍA PASARME…
Esta mañana al salir de casa, preocupada pensando en la quimio y sus atrocidades me vino a la mente la herramienta que me brinda Magdalena mi psicóloga, de hacerse la pregunta frente a un problema: "¿qué es lo peor que te puede pasar?"
 -Bueno, me dije muy risueña: "lo peor que me puede pasar es que me hagan quimio" y de pronto me cayó la locha por tercera o cuarta vez en pocos días... "-No, lo peor que te puede pasar es morirte, pendeja-" gritó una voz en mi interior. Luego en el carro, manejando, pensé, (llegando a sus últimas consecuencias en este ejercicio macabro y tremendo) que lo peor que podía pasarme además de morirme era perderme de ver a mis hijos crecer y hacerse grandes. -Oh, sí, esto es verdaderamente lo peor- me dije con lágrimas en los ojos, mientras me sorbía los mocos.
Estos días, mis dos pequeños de 5 y 7 años brincan y saltan felices a mi alrededor, y yo los veo entre ajena y conmovida, y cada abrazo o beso tiene una doble connotación. Mis pichurrines que me enseñaron la expansión total del amor, la incondicionalidad perfecta de la maternidad, el derroche de paciencia y humor y amor y ternura infinita en la que una se convierte. Un antes y un después. Me recuerdo serena y mamá añosa, pasando la etapa de teteros, pañales y tetas con el sudor de mi frente y 42 años maduritos y enteros.
Si, lo peor que puede pasarme es morirme y que no participe en el pequeño y gran acontecimiento de sus vidas. Así que bajo esta nueva perspectiva, la idea de la radio o la quimio y el temor que me causan, pasan a un segundo o un tercer plano bien justificado. Que se me caiga el cabello. Ya me he visualizado pelona frente al espejo. Que me quede la cabeza como nalga de bebé. Ya inventaré pañuelos, pelucas o mostraré mi cabeza calva si me atrevo, pues como he podido constatar, lo imaginado nunca es tan terrible como se imaginó...

lunes, 9 de enero de 2012

EL CARTERO LLAMA DOS VECES


Y como las casualidades no existen, el texto que toca para hoy tiene que ver con el mejor regalo que pude recibir esta Navidad: mi mamá transcribió todas las cartas que le envié cuando viví en Italia (¡y son muchas!), las encuadernó en dos grueso bloques y me las entregó envueltas en papel de regalo bajo el título "Cartas de Ravenna". Y aunque guardaba copias de muchas de ellas, tenerlas en forma de "casi un libro" y transcritas por ella, cambia completamente el orden de las cosas.
¡Oh, si, mi madre-solo-hay-una me devolvió un buen tajo de pasado, todo junto, todo hermoso, delineado por el ímpetu de mis letras! Comenzó su ardua labor antes de saber sobre mi enfermedad y la siguió silenciosamente luego, los meses restantes...y éste 24 de Diciembre cuando mi mejor regalo es justamente degustar el momento presente, ella me entrega este regalo sorpresivo y aleccionador. 
Lo que está escrito en ellas es tema para otro blog... pero el hecho es que la lectura de estas cartas que datan del año 89, cuando el cartero pasaba por las calles con su bolso lleno de sobres vivos, me ha sumergido en el pasado como quien da brazadas en el porvenir. Los primeros días del año me causan una particular emoción, porque me siento estrenando un traje, y parece que todo se pudiera llevar a cero, y limpio los rincones de la casa, y boto lo viejo, y saco a la luz lo que estaba olvidado en el fondo. Enero es un mes pequeño y silencioso porque comienza como tarde, como en pausa, pero tiene esa brillante cualidad del estreno. Así que regresar a lo que una vez fui hace veinte años es una lección de vida, pero más que eso, es una muestra contundente de lo que el pasado puede amasar en el porvenir.  Y ahora, el trozo que tocaba para hoy, para que vean que las casualidades no existen: "Cartas van, cartas vienen"



CARTAS VAN, CARTAS VIENEN
Siempre, toda mi vida, me encantó el género epistolar. Desde pequeña escribí cartas que mandaba por correo (ese antiguo, que atravesaba  verdaderas distancias, con sus aromas encerrados en un sobre y una flamante estampilla sellada en su exterior) y tuve mis largas amistades con gente que no llegué nunca a conocer personalmente. Luego, los años que viví en Italia, escribí hermosas cartas, y guardé copia de todas, las recibidas y las enviadas, a mi familia y amigos. Esas cartas descansan atesoradas en sendos cartapacios que son prueba fidedigna de la vida vivida y recuerdan cosas que yo misma no puedo recordar.
Desde que internet hizo mella en mi alma, las cartas dejaron de ir y venir,  y los emails sustituyeron sobres y hojas papel cebolla escritas a máquina. Ya no guardé, ni imprimí, ni fotocopié esas cartas, que dejaron de ser atesoradas para perderse en la nada absoluta de la memoria absoluta del nuevo Dios Google. Pero no por eso dejó de apasionarme este género, ahora trastocado por la inmediatez y el uso de palabras inauditas y hasta a veces inventadas, mayúsculas, colores, cadenas y muñecos que bailan a ritmos frenéticos.
Misteriosamente estos primeros días de lucha, sólo he podido llamar a pocas y muy contadas personas. El teléfono me parece incómodo para contar, y simplemente no me queda fuerza de ánimo repetir la historia archiconocida para mí. Pero mi blackberry ha resultado útil y algo enfermizo para comunicarme por email, por donde sí puedo contarle a mis amigos más queridos lo que estoy enfrentando. Estas conversas me han ayudado y acompañado para sobrellevar los días, y hacen vapor en mi corazón. Especialmente con Caruca, una titiritera con quien comparto hermandad desde hace unos años, y Muchi, mi hermana de la poesía. Ambas viven lejos, una en España y la otra en EEUU, y con ambas comparto una extraña suerte de “telepática conexión”, como si estuvieran muy cerca y nos entendiéramos sin que medie la comunicación ordinaria de en qué anda la otra.
Así ocurrió con Caruca, a quien intenté escribir, pero visto que el email se devolvía y como ella está de madre primeriza con un bebé de tres meses, pensé que era una señal de que no debía contarle nada. Sin embargo recibí una hermosa carta ajena a mi historia,  que me hizo llorar de emoción y entrega:
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¿Como estas mi querida Sonia?
Por aquí obligándome de buen gusto a nuevos comienzos (…) Una amiga me escribió esto:
Mujeres que corren con los lobos (libro):
“Dicen que todo lo que nosotras estamos buscando, también nos busca a nosotras y que, si nos quedamos quietas nos encontrará. Es una cosa que lleva mucho tiempo esperándonos. Cuando llegue, no te muevas. Descansa. Ya verás lo que pasa a continuación.” (…)  “Deseo que hoy experimentes paz en tu interior, que confíes en que te encuentras exactamente donde has de estar, que no olvides las posibilidades infinitas que nacen de la confianza en ti misma y en otras, que utilices los dones que has recibido y que transmitas a otros el amor que se te ha dado. Deseo que estés feliz contigo misma por lo que eres. Deja esa sabiduría asentarse en tus huesos y deja a tu alma cantar, bailar y querer libremente. Está aquí para cada una de nosotras”.
Caruca
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Hola mi querida Caruca, como si me leyeras la mente, he intentado escribirte varias veces, pero el correo se ha devuelto (…)Tengo cáncer de mama... ¿qué te parece? La noticia la he recibido hace cuatro días, aunque estoy detrás de esto desde hace unos meses, pero la verdad siempre me he sentido una mujer sana, a prueba de todo, así que es como si mi cuerpo no pudiera enfermarse. En fin, que yo esperaba los resultados tan tranquilamente, que la última noticia que esperaba recibir era la de "tienes dos quistes malignos”. (…) Estoy serena, con fuerza, he tenido mis momentos de tristeza infinita, y de llanto, pero estoy parcialmente entera... Gori ha sido un verdadero pilar estos días, se ha portado amorosamente, y me apoya en todo. Los niños ajenos a la historia. Y mi familia conmigo (...)
Y bueno, qué decir. Mis grandes amigos, todos lejos, tú, Danilo, mi amiga que vive en EEUU, la gente de Naku, en fin... todos me acompañan desde lejos. He tenido algunas conversaciones contigo, sin que medie siquiera la palabra, visto que se devolvían los email, y también tú me has acompañado estos días.
(…) Pronto tejeremos sueños, mi amiga, juntas otra vez. (…)  así que de seguro todo esto es apenas un paso, una puerta compleja y difícil, un ajuste nada más. Dios no puede ser tan tonto de amarrarme ahora a asuntos tan físicos, cuando queda tanto trabajo por hacer, tantos sueños por construir, y tantos programas por crear para tanto niño en el mundo con ganas de ver lo que tenemos para dar.
Sonia
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 Hola mi niña:  ME HE QUEDADO MUDA. Leí tus palabras ayer, me quedé petrificada,  y lo he vuelto a releer hoy con más calma.  Tienes cáncer de mama  y  muchas posibilidades de que todo salga bien....de que los centinelas hayan hecho su trabajo...de que te quiten la teta y listo! de que te la reconstruyan y …yoquesé, eres bellísima con o sin tetas.
No sé que decir, me gustaría que me sintieras cerca, porque lo estaré, más consciente que hasta ahora...me gustaría estar contigo en tu armario, sin hablar, como una camisa sin botones. Dejarnos llorar y reconocer la fortaleza que tienes y que necesitas para afrontar todas esas pruebas.
La maternidad es compatible con la hermandad, no lo olvides.  Veremos cómo van los siguientes pasos. No quisiera empezar a contarte los casos de conocidas que salieron del cáncer de mama, pero SON MUCHAS!! Todo saldrá bien!, tiene que ser así. Ánimo y más besos.
La lectura del "nuevo escritorio" es conmovedora e intensa, haces que nos pongamos en tu piel, joder! me daban ganas de agarrar a esas enfermeras desalmadas y...no sigo con burradas, que no arreglo nada. Te quiero mucho
AQUÍ ESTOY mi vida
Estaba pensando...que cuando enciendo la chimenea (aunque no haga frío),  ese fuego con todos sus aromas tiene un poder reconfortante que siempre me sorprende. Hace las cosas más llevaderas y posibles. Intentaré ser una pequeña llamita para tí, te acompañaré no sólo de pensamiento...pondremos a prueba tu black berry última generacíón.
Caruca
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¡Gracias Caruca! Las palabras son fuego para mi alma. Me dan luz, y abren mi espacio de fe, y me acompañan. El diálogo y hasta el soliloquio de "esas llamitas negras" que pueden correr a miles de kilómetros de distancia (gracias a estos aparatos) y llegar al mismísimo cuenco de la mano, son prueba fidedigna de que somos "almáticos", y como tantas veces en la vida cotidiana eso se pone en duda, es reconfortable cada vez que surgen iluminaciones milagrosas. Así que "-¡llamas a mi!" como decía uno de los cuatro fantásticos. Tu logras una hoguera a través de internet con tu chimenea a distancia. (..). ¡¡Te iba a proponer que me fueras cosiendo un pezón de telas entrejidas y pegadas!! ¡¡Jajaja!! Seguro que me lo haces bien, con tus ocurrencias de materiales humanos. ¡Tal vez al doctor le parezca una buena idea, surcirme un pequeño ojo-de-títere-en-la-teta!! (Bueno, hay que hacer humor con esto porque sino se hace todo demasiado denso...)
¡¡Gracias por acompañarme!! Estaré feliz de tenerte encendiendo el fuego de tu chimenea de vez en cuando para que llegue a mi teléfono.
Sonia