Una de las cosas que al principio me costó más fue pensar en esa frase tan manida y conocida por todos: "lucha contra el cáncer". La idea de comenzar una cruzada, una batalla, una pelea y hasta una carrera, no me cuadró nunca. ¿La enfermedad es mi contrincante? ¿debo luchar contra ella como si fuera una boxeadora? ¿darle golpes a lo que tengo enfrente? ¿obstinarme en llevar a ese desconocido al suelo y en un ring?
Estas ideas daban vueltas en mi mente y simplemente no podía con ellas. Me sentía demasiado llena de amor como para iniciar el grito de guerra y comenzar una batalla sangrienta... mi ánimo no era "dar un buen golpe" sino que estaba trabajando en otras cosas que la enfermedad me iba enseñando: humildad, aceptación, presente vivido en presente, circunstancia, camino...
Todavía me pregunto -si me hubiera tocado un proceso más largo y complicado-, si habría cambiado el término en mi mente. No lo sé. Nunca lo sabré. Pero todavía hoy pienso, que aunque el enemigo sea muy terrible y aunque se trate de una enfermedad muy grave, la guerra no es el camino para resolver las cosas.
EN EL ALTAR DE MAGDALENA
Nunca esperé una cita con tanta determinación. De la lista
de médicos que me toca ver esta semana, Magdalena, mi psicóloga, es la cita más
amena. Ella es como una madre que ha seguido mis procesos de crecimiento y
tardía madurez desde hace ya unos cuantos años (¿veinte? ¿omás?) Y hace tiempo
que no nos vemos porque "me dió de alta" y ahora acudo a ella sólo
por emergencias. ¡Y esta sí que es una emergencia, caramba! Así que aquí estoy, esperando pacientemente en la planta baja del edificio donde está su consultorio. He llegado una hora antes
porque ahora el tiempo tiene otro sentido para mi, y desfilan de otra manera
los gestos, las personas, los filos de las puertas.
Pienso en la dificultad que tengo en asumir la frase
"librar una batalla contra el cáncer" porque la idea de batallar, o
la idea de correr una carrera larga y no de 100 metros (está imagen es de mi
médico) no van conmigo. Para librar una batalla debo tener un enemigo, para
correr debo tener a mi lado a un contrincante... Y no sé de verdad qué nombre
ponerle a este nuevo trabajo que tengo enfrente, pero no me suena un grito de
guerra.
Desde el principio sentí que debía entregarme confiadamente
a este camino que me tocaba recorrer. La idea de caminar lejos sin saber a
dónde voy es más cónsona conmigo. Me facilita la labor de entregarme desnuda
con las batas de papel, colocar mis brazos y mis venas, y luego volver a una
rutina. La idea de haberme montado sin querer en una montaña rusa y saberme
“fuera del control total de los acontecimientos” se parece más a lo que voy
sintiendo.
"Todo tiene su tiempo y todo que se hace bajo el sol tiene su hora. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de llorar y tiempo de reir; tiempo de danzar y tiempo de lamentar" (Eccl 3, 1-5)
ResponderEliminarTener la sensibilidad necesaria para vivir "los tiempos", sabiendo que TODO es vida, es una gracia especial que Dios concede algunas personas. Parece, hija mía, que posees ese don, al poder entregarte confiadamente a ese camino que te tocaba recorrer...
Vívelo siempre como algo exquisito y dá gracias a Dios por tenerlo.
Que Dios te bendiga hija de mi corazón.
Mamá